Desafío educativo de la Iglesia Cristiana de hoy

Dr. Yoselman R. Mirabal
Dr. Yoselman R. Mirabal

Hablar de los grandes «desafíos» que tendrá la Iglesia Cristiana en las siguientes décadas del siglo XXI, no es un ejercicio especulativo, ni meramente académico; es, sobre todo, una muestra de fidelidad a la bendita misión que Cristo delegó al pueblo escogido, la iglesia, la cual debe ser «sal de la tierra» y «luz del mundo». Jesús reprobó a los fariseos y saduceos de ese tiempo por saber reconocer los cambios atmosféricos y las variaciones del clima, pero desconocían las señales más importantes: las «señales de los tiempos», en el sentido escatológico y misionero.

Pablo A. Deiros (1997), dice: «Ciertamente el «mundo» sigue representando ese lugar de tinieblas, pecado y rechazo del Dios verdadero, pero, ¿No es acaso este el campo «fértil» en el que el Señor Jesucristo ha dejado la iglesia para ser sal y luz? No se puede seguir visualizando al «mundo» como enemigo del cual hay que escapar. Debe ser lo inverso, ha de verse, como ese lugar, que está repleto de hombres y mujeres necesitados; urgentemente del amor, la paz, y la justicia de Jesucristo».

Ahora bien, la Biblia ha de ser leída y entendida en su contexto, pero también vivida en un entorno particular. Las Iglesias Cristianas de este tiempo no pueden seguir pretendiendo «escapar» del mundo, como si esto las hiciera más «santas»; todo lo contrario, es en ese contexto en que las iglesias están insertas, en el cual la vida y misión toman relevancia y pertinencia. El apóstol Pablo en Romanos 12:2, dijo: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta».

Son mucho los «desafíos» que tienen las Iglesias Cristianas en este tiempo, y uno de ellos es la educación. La educación es clave en la formación del ser humano. Esta se inicia con la vida y termina con ella misma, ya que está destinada a acrecentar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas, de acuerdo a la cultura y normas de convivencia de la sociedad a la que se pertenece. Desde el mismo instante en que el ser humano hizo aparición en la tierra, ha existido algún tipo de educación.

Ahora bien, según Batalloso Navas (2006), «educar, hoy día, significa motivar e involucrar a las personas en un proceso de construcción y reconstrucción de los conocimientos, habilidades, actitudes, afectos, formas de comportamientos y valores. Es hacer que vivan y sientan que el estudio es una actividad humana y no solo un conjunto de conocimientos que deben aprender de memoria».

La Iglesia Cristiana de hoy tiene un gran «desafío educativo» que debe asumir con mucha sabiduría, el cual evite pasar por alto los cambios de este tiempo, que apuntan a la formación, no solo de competencias científicas y técnicas, sino también de las competencias bíblicas y teológicas para asumir cambios espirituales, sociales y culturales integrales.

En ese sentido, los educadores(as) cristianos(as), ante las demandas del mundo actual, deben desarrollar un conjunto de habilidades y actitudes para conseguir el aprendizaje significativo. De este conjunto de habilidades cabe destacar varias, tales como: pensar, crear, diseñar, resolver, interactuar, manejar, aplicar, producir y comunicar. Todo esto con el fin de trabajar, estudiar y construir visiones en equipo, auto evaluaciones, compromisos y el compartir.

La Iglesia Cristiana de hoy debe esforzarse cada día por lograr una sociedad mejor, que se vea expresada en una convivencia sana, un respeto mutuo, y en la cual la práctica de los valores no sea una casualidad. Para lograr este objetivo se considera indispensable, una formación de la persona, basada en el desarrollo humano, fundamentada en el principio de que el ser humano es un ser capaz de ser mejor, para bienestar suyo y el de los demás. Por lo tanto, se debe trabajar una educación contextualmente eficaz para el «desarrollo integral» de todos, sean o no cristianos.

Como escenario educativo, la iglesia debe buscar, en efecto, a través de las instituciones de formación (Seminarios, Institutos y Universidades), preparar una generación capaz de construir un orden social más humano para todos. En ese sentido, la influencia de la Iglesia Cristiana en la «educación» debe ser constante y más pronunciada que en todos los ámbitos sociales. La propia esencia de la iglesia le ha llevado, a lo largo de la historia, a ser uno de los mejores escenarios y poderes educativos, debido a la necesidad que ha tenido de «adoctrinar» para desarrollarse institucionalmente.

En ese sentido, el ministerio educativo de la iglesia tiene la tarea de formar el carácter, las habilidades y el comportamiento del educando(a); informar la mente, la práctica de la fe y la vida devocional; y transformar los valores de las personas, las comunidades y las instituciones. La educación, desde una perspectiva cristiana, es entregar al educando, no solo las historias que aparecen en la Biblia, sino también los mandamientos y preceptos; entregarle herramientas para conducirse en la vida como persona equilibrada. ¡Que Dios nos ayude!.